La muerte de Alejandro II de Rusia



Retrato del Zar Alejandro II
Una extraña profecía, teñida de alegoría con cierto aire místico, como todo buen vaticinio que se precie de tal, anunciaba la muerte del zar ruso Alejandro II (1818 – 1881) calzado con unas “botas rojas”. Parecía impensable que el autócrata ruso, que había sobrevivido hasta a seis atentados, pereciese a manos de terroristas revolucionarios. Más cuando el gobernante había sido uno de los principales impulsores de las reformas que su país, Rusia, tanto necesitaba. Uno de los Estados más poderosos de Europa, uno de los más grandes geográficamente y complejo política y culturalmente, necesitaba desprenderse de sus estructuras casi feudales que habían anclado toda posibilidad de desarrollo económico y social.

En 1861 Alejandro II promulgaba un decreto por el que se abolía el régimen de servidumbre en el campo ruso. Esta era una de las reformas más arriesgadas y radicales de toda la historia de la Rusia zarista. Alejandro II había sido un joven con una exquisita formación de tipo occidental, con ideas liberales, que deseaba, a través de un programa político de cierto tinte reformista, llevar a cabo proyectos cuyo único objetivo era el progreso del país. Sin embargo, eran reformas desde arriba, con cierta reminiscencia de aquellos viejos principios del despotismo ilustrado del siglo XVIII. La derrota en la guerra de Crimea había llevado a Alejandro II a la conclusión de la necesidad de una modernización general del país y sus estructuras.

Grabado que representa magnicidio 
El campo ruso arrastraba un secular retraso con una ingente masa campesina sometida a un peculiar régimen feudal. Mientras, la segunda mitad del XIX supuso en Rusia la introducción de las nuevas corrientes marxistas que llamaban a la revolución socialista. Pero un socialismo peculiar, ya que no existían las condiciones propias del capitalismo industrial que deberían desembocar en el paraíso socialista. Los pensadores rusos, burgueses urbanos, más teóricos que hombres de acción, desarrollaron una peculiar forma de socialismo que no concebía como imprescindible el desarrollo de estructuras capitalistas como paso previo al socialismo. Podría desarrollarse un proceso revolucionario a partir del estado agrario de la economía y sociedad rusa.

Surgen los narodniki, pensadores que intentan adiestrar al campesinado ruso para que se levante contra sus amos, aspirando a un reparto igualitario de las tierras. La represión ejercida por las autoridades zaristas contra estos grupos llevó a la consideración del cambio de estrategia de los narodniki. Surge en este momento la opción de la lucha violenta como única respuesta contra la represión autocrática. Los atentados, por bomba o por la estrategia de los pistoleros, se convierten en la opción política de grupos de naródniki. Su mayor éxito llegó el 13 de marzo de 1881. Son necesarias dos bombas para acabar con la vida del Zar: una, debajo de su carruaje no le llega a alcanzar; la segunda cae a sus pies, cuando el propio monarca examinaba el lugar de la explosión. Moría poco después, desangrado, en palacio.

La estrategia de la acción – reacción es básica en la comprensión del fenómeno terrorista. Las repercusiones de un atentado pueden generar la represión violenta por parte de las autoridades pertinentes; y viceversa. En definitiva, una espiral de violencia que suele encontrar justificación en la acción precedente del “enemigo”. Ahora bien, la pregunta es evidente: ¿qué hubiese ocurrido en Rusia si el reformista, aunque tímido, Alejandro II no hubiese sido asesinado?

Luis Pérez Armiño © 





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